
Las 10 y media y el día comienza ajetreado. Movimiento en la
cocina desde la hora cero. Se sale y se comprueba. ¿Qué tal? ¿Qué quieres desayunar?
¿Quieres que compre algo para el desayuno? Cara de sorpresa y ¿Eing? ¿Cómo? No,
gracias. Demasiada información para un cerebro dormido todavía. Este estrés de
la primera hora habrá que compensarlo con una mañana sedentaria. Dicho, y
hecho. En un segundo nos plantamos en la una. Las once, la adaptación es algo
que mi cuerpo no lleva muy bien. Para poder estar orgullosa de mi misma decido
moverme y así salir del sofá. Un paseo hacia la cocina, abrir el armario, coger
unas pringels y buscar postura en la cama será suficiente. No esta hecho el estrés
para mi cuerpo. Así que, tampoco vamos a forzar. Hasta mañana. O no.
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